Presentación
 
 

 


nace en el año 1985 en ALACUÁS, VALENCIA, con el propósito de renovar un sector firmemente anclado en la tradición. Se trataba de aportar nuevas ideas y perspectivas en lo referente a diseños y planificación del producto, sin desestimar la labor de los artesanos que históricamente habían consolidado este "complemento" estético.

Tal vez estos COMPLEMENTOS del vestir no sean un conjunto de objetos que, por sí solos, parezcan tener una relevancia especial pero que, a través de su fuerza plástica, son capaces de crear un marco externo a nuestra existencia. Y es posible que, gracias a la fuerza estética de estos objetos, seamos capaces de exteriorizar las más íntimas pasiones.

NUESTRO ABANICO, como resultado colectivo y artesano, supone el esfuerzo de múltiples seres humanos implicados en un mismo fin. A través de la elección de las maderas más nobles y las telas más finas, junto con el trabajo de calado y pintado final, buscamos aquellos contrastes y soluciones cromáticas más acordes con la estética de nuestro tiempo. Hemos creado un objeto cálido, agradable al tacto y a la vista, para que pueda acompañar al ser humano en cualquier situación social sin olvidar su carácter útil. 

Proceso de fabricación

Cuando hablamos de madera de nos referimos a una familia de maderas de alta nobleza, textura y suavidad: peral, manzano, níspero y cerezo. Su estudio nos lleva a realizar una elección de la madera apta para cada abanico, en función de su característica tonal y veteado.

El resto de MATERIALES no es menos importante: telas de ALGODÓN natural, tintes y resinas vegetales junto a un satinado y climado final que produce esa textura tan especial al tacto.


 

Y sin embargo, esta excelente materia prima no deja de ser más que un lienzo en el que vamos a depositar el trabajo de nuestros maestros en CALADO y PINTADO. Siempre en busca de la innovación, los contrastes más acertados y un diseño que compagine tradición y modernidad.


Como novedad, el ABANICO PLEGABLE en su primera época (siglos XVI-XVII), estuvo asociado a la nobleza y burguesía acomodada, y no se extiende al resto de la sociedad hasta el s. XVIII, si nos atenemos a lo publicado en distintos países europeos al respecto.

Resulta curioso observar cómo una EUROPA marcada por conflictos bélicos, visionarios apocalípticos y grandilocuencia en los gestos acoge el abanico como elemento de elegancia y distinción. Su introducción se realiza a través de las cortes renacentistas de Italia y España como objeto exótico u oriental, expandiéndose y adaptándose rápidamente al gusto imperante de Francia e Inglaterra.

ABRIR Y CERRAR el abanico con elegancia se convierte en todo un arte, hasta el punto de establecerse un código de lenguaje y conducta. Un elemento de comunicación tal vez apropiado para una época donde la mujer carecía de libertad de expresión y movimientos, si bien significaba introducirse en una retórica amorosa donde el amor era considerado un elemento de azar, un juego donde se podía ganar o perder.

La dificultad de exponer este MÉTODO EXPRESIVO reside en la adaptabilidad del propio código, en su capacidad de actualización en función del lugar y de los usuarios, si bien podemos trasladar a estas páginas algunas de sus ocurrencias más célebres [J. V. Duvelleroy. Le langage de l'éventail. Recogido por Carmen Priego (Madrid 1995)]:


- Sostener el abanico con la mano derecha delante del rostro: sígame
- Sostenerlo con la mano izquierda delante del rostro: busco conocimiento.
- Mantenerlo en la oreja izquierda: quiero que me dejes en paz. 
- Dejarlo deslizar sobre la frente: has cambiado
- Moverlo con la mano izquierda: nos observan
- Cambiarlo a la mano derecha: eres un osado
- Arrojarlo con la mano: te odio. 
- Moverlo con la mano derecha: quiero a otro. 
- Dejarlo deslizar sobre la mejilla: te quiero
- Presentarlo cerrado: ¿me quieres? 
- Dejarlo deslizar sobre los ojos: vete, por favor
- Tocar con el dedo el borde: quiero hablar contigo. 
- Apoyarlo sobre la mejilla derecha: . 
- Apoyarlo sobre la mejilla izquierda: no. 
- Abrirlo y cerrarlo: eres cruel. 
- Dejarlo colgando: seguiremos siendo amigos. 
- Abanicarse despacio: estoy casada. 
- Abanicarse deprisa: estoy prometida. 
- Apoyar el abanico en los labios: bésame. 
- Abrirlo despacio: espérame. 
- Abrirlo con la mano izquierda: ven y habla conmigo
- Golpearlo, cerrado, sobre la mano izquierda: escríbeme. 
- Semicerrarlo en la derecha y sobre la izquierda: no puedo. 
- Abierto, tapando la boca: estoy sola
- ...


A su vez, LAS PALMAS DE LAS MANOS y cada uno de LOS DEDOS poseían zonas entre las que se enmarcaba una letra; tocado ese lugar con el abanico o el bastón se podía crear una conversación a distancia y críptica para los no iniciados. "Las andaluzas enseñaron este alfabeto a los hombres, para que con los bastones o los báculos respondiesen a sus preguntas hechas con el abanico". [Montaner y Simón (Barcelona, 1887)].

Sin embargo no es hasta el SIGLO XIX, con la sociedad europea tendiendo a la normalización laboral y empresarial, cuando el abanico, como el resto de complementos, adquiere la importancia de la prenda de vestir o el calzado, por su propia fisonomía. Un momento en que la sociedad se estratifica independientemente del gremio al que se pertenece y donde el abanico trasciende la clase social, adquiriendo importancia por su utilidad y compañía.


 

 


Tal vez lo de menos en estos momentos sea incidir en el caracter simbólico de poder y defensa en manos de los primeros Samurais, o su traslación a las cortes europeas desde un Oriente de especias y bordados de seda, el código de conducta y conversación que supone su práctica difusión entre la sociedad española a mediados del XVIII o la caída en desuso tras la reescritura costumbrista de posguerra.

Posiblemente hemos necesitado demasiado TIEMPO para descargar de tópicos y superficialidad todos aquellos complementos que nos hacen la vida más sencilla y agradable, o quizás haya sido necesario un cambio social para desvincular el símbolo que todo objeto entraña en su adquisición y uso. Y no es que hayamos conseguido desmitificar sólamente algo tan cálido y cercano como un abanico: el perfume, las cremas, los vestidos, los pendientes, el corte de pelo o la forma de comportarnos en público han necesitado una especie de catarsis colectiva, un rito de normalización que, paradójicamente, ha permitido que todos los hombres y mujeres se acepten como son.

Y es que, después de tantos siglos de Historia, los ASPECTOS SOCIALES que nos caracterizan y diferencian han perdido esa trascendencia capital que los hacía tan volubles. El hombre y la mujer han aceptado por fin las cosas como son. 

BIENVENIDOS a un siglo al natural. BIENVENIDOS a .

Ramón Hernando

Dtor. Comercial

 

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